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jueves, 25 de septiembre de 2014

Este es un cortometraje que he hecho para mi clase de Poética en la Universidad de Cartagena, en donde debíamos hacer alguna creación artística basándonos en la obra poética de Raúl Gómez Jattin. Usé (muy modestamente) la técnica del stop motion, la sala de mi casa, mis calaveras y catrinas mexicanas y la paciencia del Movie Maker. No tengo más pretensiones estéticas que la de haberme esforzado (con más ambición que talento) durante toda una madrugada. Ojalá lo disfruten.


miércoles, 17 de septiembre de 2014

Las playas que perdimos

Recuerdo cuando viajar a La Boquilla implicaba cruzar una serie infinita de manglares y casitas de colores con patios abiertos hacia la arena de las playas. Bastaba con montarse en el bus de San José de los Campanos para recorrer todo el barrio. Desde la ventanilla, se veían las gallinas volándose las cercas de las casas y los platanales sembrados en la tierra negra de los callejones. Era muy probable que los habitantes se encontraran sentados en sus terrazas, con un radio de pilas en el suelo y un trapo viejo entre las manos para poder espantar la mosquitera de la tarde.
El mar de ese entonces aún no nos lo habían quitado. Las playas también eran nuestras. Si a uno le daba la gana de ver el horizonte, lo miraba, si deseábamos caminar por todo el borde de la carretera, lo hacíamos. Desde lejos podíamos observar los atardeceres, y regresábamos a nuestras casas sucios de arena y oliendo a sal mientras el día nos dejaba sus últimas monedas en el aire.
Es una lástima que ya no se puedan hacer esos planes. Ahora las playas son un negocio de magnates, un lugar próspero para los turistas adinerados y empresarios de bienes raíces. Desde que el paisaje se volvió una mercancía, La Boquilla se llenó de edificios. Hoy los décimos pisos nos tapan los atardeceres que atisbábamos a lo lejos. Los manglares se han ido convirtiendo en centros de convenciones y parqueaderos privados, y la gente que vivía en sus casitas de colores ha sido desplazada a los barrios marginales de la ciudad.
Hemos permitido que nos consuma una falsa idea de progreso y un violento vicio por el concreto. Yo ya perdí la cuenta de cuántos “Morros” hay después del Hotel las Américas y de cuántos meses llevan las sofisticadas carpas de Chiringuito Beach en las playas de Marbella.
Antes, si te parabas en la cima de una de las lomas de Lemaitre podías contemplar el mar. Las brisas de agosto y de diciembre solían traer consigo un olor a caracoles molidos. Pero ahora nuestros ojos sólo ven los edificios de Crespo o Marbella. El viento nos huele a cemento.  
Conviene preguntarnos si de verdad tenemos un gobierno distrital que respeta la poética visual de los barrios y que se preocupa por los insaciables procesos de gentrificación en los sectores populares. Ojalá nos indignemos por esto. Debemos advertir que hay una elite y un grupo de políticos en Cartagena que nos han estado negando el espectáculo de un paisaje público, digno y transitable.
Si algo tan simple como ver el mar no es posible en Cartagena ¿cómo pretendemos pedir más seguridad, más inclusión social, más igualdad y mejores políticas de desarrollo?
El verdadero progreso empieza con la indignación de la ciudadanía.

domingo, 14 de septiembre de 2014

LO QUE MAFALDA DICE DE COLOMBIA


50 años con Mafalda. Daniel Divinsky en conversación  con Daniel Samper Pizano  Daniel Divinsky, editor de Quino, y Daniel Samper  Pizano, gran amante de las historietas de Mafalda,  celebran con esta conversación el 50 aniversario de la niña  más irreverente de la literatura en español. Canal Cultura en Hay Festival
50 años con Mafalda. Daniel Divinsky en conversación con Daniel Samper Pizano Daniel Divinsky, editor de Quino, y Daniel Samper Pizano, gran amante de las historietas de Mafalda, celebran con esta conversación el 50 aniversario de la niña más irreverente de la literatura en español. Canal Cultura en Hay Festival
Mafalda, en todas las situaciones, es una “heroína de nuestro tiempo”. Umberto Eco
Tuve contacto con Mafalda en mi niñez como muchos otros cartageneros que crecieron escuchando las historias de sus padres sobre las caricaturas que ellos preferían leer cuando salían a pasear al Parque Centenario. En esa época al compendio de tiras cómicas le llamaban “paquitos” y la alquilada de cada una oscilaba entre los cinco y diez centavos. La gente podía distraerse ojeando a Kalimán, Arandú, Memín, Condorito, y, por supuesto, a la extrovertida Mafalda, que, ente otras cosas, llegaba a Colombia de contrabando porque el impuesto que tenían que pagar las editoriales argentinas para traerla a este país era muy elevado. ¡Hasta en su difusión fue polémica la niña!
 Habría sido un placer estar allí cuando nuestros padres y abuelos se sentaban a pasar el rato con una historieta de Mafalda en la mano mientras la tarde guardaba las últimas piezas de su enorme fábrica de evocaciones. Los hubiéramos visto pensar, reflexionar y reírse con el humor y la inteligencia de Quino, pero también nos hubiésemos dado cuenta de que aquellas problemáticas a las que tanto aludía el universo Mafalda todavía siguen vigentes en nuestro país, muy a pesar de las décadas que han transcurrido y de los intentos por actualizar nuestros contextos sociales. Hoy, cincuenta años después de la primera aparición de Mafalda en los medios, bien podría hacerse un recorrido por las temáticas de este cómic argentino que aún permanecen intactas en Colombia y no tardaríamos demasiado en encontrarlas.
 1. La desinformación y manipulación por parte de los medios masivos de comunicación:
Periódico
 “Los diarios no existen” son las últimas palabras de Libertad, refiriéndose no a la inexistencia de los medios sino a la completa falta de ética y de propósito social de estos mismos. ¿Cuántas veces no nos hemos topado con una noticia que nada dice sobre los escándalos de corrupción en el gobierno pero que sí menciona (hasta aburrirnos) los supuestos aciertos de los jefes de estado? Colombia es el escenario de una tríada perversa donde los funcionarios públicos hacen lo que no dicen, los medios dicen lo que no sucede y las personas callan lo que les hacen. Hemos vivido el desprestigio mediático de las marchas estudiantiles contra la privatización de las universidades públicas, el descrédito del paro agrario (al punto de transmitir una alocución presidencial en donde se afirmaba que no existía) y sobre todo, hemos sido testigos de una interminable serie de montajes fotográficos en los que hay más destreza con el Photoshop que talento periodístico.
TV mafalda
Entonces nos sobornan con una extensa sección de Entretenimiento y nos vacían con una muy corta sección de Cultura. Los noticieros se convierten en grandes cortinas de lo que en verdad ocurre y muchas veces los canales de la televisión nacional presentan series y telenovelas de poca profundidad intelectual que buscan generar una distracción en el televidente, una distracción que les conviene a los que están en el poder político porque así se libran de las protestas que se merecen. Programas como “Bazurto”, “El Mexicano, “Los tres Caínes” o “El Precio es correcto” son ejemplos perfectos de productos audiovisuales diseñados para dormir la mente y reproducir el punto de vista de las clases elitistas, sin importar de que en algunos casos se valgan de la historia nacional, ya que eso sólo lo hacen para crear impacto en el rating.
2. La ineptitud del gobierno frente al ejercicio de sus deberes y su dependencia política hacia otros entes internacionales:
GOBIERNO mafalda
Tal vez Quino no planteó simplemente la realidad de la Argentina de su tiempo sino que a su vez expuso una verdad universal: la tendencia de los gobiernos a no funcionar correctamente. Ese fallo en el sistema, esa quietud legislativa, ejecutiva y judicial que observamos en nuestro día a día se ha conservado incólume hasta nuestra actualidad. Habría que ver el sinnúmero de ocasiones en las que el Congreso no formuló las leyes que debía (como la aprobación del matrimonio entre parejas del mismo sexo, el aborto en sus tres casos, la sustitución gratuita de la licencia de conducción, etc.) y las no menores ocasiones en las que el presidente se quedó sentado viendo cómo se agrandaban los problemas del país. Habría que preguntarnos si el Procurador General de la Nación lleva a cabo sus funciones como es debido o si por el contrario ejerce su cargo desde una silla arzobispal donde obliga a dictar órdenes en contra de la democracia.
Cuando se indica que el gobierno no ha hecho absolutamente nada se está expresando, en una forma bastante irónica, que el gobierno ha causado muchísimos perjuicios a la ciudadanía que lo eligió.
GOBIERNO 2 mafalda
Sumado a esto debemos soportar la subordinación a otras instituciones internacionales. Si algo puede caracterizar a la soberanía colombiana es que únicamente es independiente cuando no están de por medio los intereses del Banco Mundial, El Fondo Monetario Internacional, La Unión Europea y los Estados Unidos. Del resto somos como apéndices territoriales de la voluntad externa, como hijos pequeños incapaces de gobernar en su propia tierra. Por eso la pretensión de instalar bases norteamericanas en el país y la ausencia de autonomía en las sesiones de la ONU. Factores como la deuda externa y el Plan Colombia desdibujaron la independencia política de la nación.
3. El exilio al extranjero por falta de garantías laborales:
EXTRANJEROS mafalda
En Colombia el presupuesto destinado a la guerra triplica al que se destina para la educación, la cultura y la investigación. Los grandes artistas se han ido de sus ciudades para buscar incentivos en otros lugares y nuestros científicos trabajan en otras universidades y organizaciones del exterior porque el dinero con el que se financiarían sus proyectos se consigna en las cuentas de los senadores y en los bolsillos de los contratistas.
El exilio ha cambiado de modalidad. En nuestros días no es cuestión de dictaduras ni de golpes de estados: ahora cargamos la pesada losa de la exclusión y la indiferencia. Estamos en Colombia y a la vez no estamos en ella. Nos ha tocado el exilio de la necesidad, del terrible viaje en busca del sueño americano. Estudiamos para irnos, nacemos para largarnos. Y de la Argentina de 1970 hasta la Colombia del siglo XXI se arrastra el denso fantasma del rebusque y del destierro.              
Epílogo
Borges solía escribir que al destino le encantaban las repeticiones, las variantes y las simetrías, de modo que una escena de hacía siglos pudiera volver a repetirse una y otra vez en el futuro sólo porque el tiempo es un fuego circular que consume a sus protagonistas pero que jamás desarma la trama general de la Historia. Pareciera que aquella idea no estuviera lejos de nuestro mundo. Es esa la razón de que hayan pasado cincuenta años de Mafalda y todavía esa niña intrépida que nunca crece tenga siempre algo válido para decir, y todo porque lo que criticó en sus 1.928 tiras publicadas aún sigue vigente en las realidades latinoamericanas.
Podríamos leer al azar una tira de Mafalda y advertir que los problemas no han cambiado, que los conflictos políticos, económicos y culturales siguen siendo los mismos en los países de América del Sur, especialmente en Colombia, donde la ineptitud para encontrar soluciones inteligentes a los problemas se ha convertido en la insignia oficial de los funcionarios públicos. Mafalda bien pudo haber sido argentina, paisa o costeña. Da igual en un continente en el cual la mayoría de las naciones comparten casi un mismo contexto social.
Quizás la gran enseñanza de Mafalda luego de todos estos años sea la esperanza que genera en su lector: aquella mediante la cual una niña es la encargada de desmontar el sistema con sus preguntas y sus comentarios. Quino construyó una apología a las generaciones que empiezan a conocer el mundo y en su cosmos de viñetas a blanco y negro nos dejó el único mensaje que debería prosperar en el espíritu de los oprimidos: cualquiera puede cambiar la realidad.

http://canalcultura.org/2014/02/05/lo-que-mafalda-dice-de-colombia/

EL ASTRO QUE QUEMA: DE CÓMO LA LITERATURA PUEDE CAMBIAR AL MUNDO

Literatura Orlando Olivero

Vivimos en un mundo atormentado por los conceptos y las definiciones universales, un mundo acosado por la incesante lucha de la apropiación del sentido de todo lo que existe e imaginamos. Así hemos llevado a cabo la dinámica de nuestras sociedades: con las jerarquías interminables, con las acepciones precisas y, especialmente, con instituciones legitimadas para validar lo que es y lo que no es. La literatura no ha estado distanciada de este conflicto de significaciones: desde que existen los discursos ha habido un afán por definirla, y en el transcurso de esta batalla semántica cualquier perspectiva distinta de la crítica reconocida es cortada de un tajo. En este texto me propongo dos objetivos: desvirtuar aquella noción de la literatura donde únicamente se le considera como una ingeniosa faena ornamental y alimentar esa otra dimensión de la narrativa capaz de cambiar los contextos sociales en los que se origina.
 Cuando Walter Mignolo escribió sobre las nuevas alternativas de los estudios literarios en y sobre América Latina[1] lo hizo basándose en una problemática conceptual de su época en la que el nuevo corpus y las nuevas producciones discursivas eran pasados por alto porque se manejaba una noción de literatura que identificaba el campo de estudios literarios con el canon, de tal manera que aquellos fenómenos discursivos que se oponían a las estructuras simbólicas de la hegemonía terminaban siendo excluidos del campo literario. Un problema equivalente ocurre en nuestra actualidad: se ha manejado una noción de literatura tan poética y tan estética que se le ha negado su característica de generar cambios sociales.
Entenderemos el elemento poético de la afirmación anterior como una extensión de la función poética del lenguaje abordada por Roman Jakobson. En ella el lenguaje literario es autónomo y se centra sobre sí mismo, no depende de la realidad del autor para desarrollarse como sí lo hacen la historia o la ciencia. De Aguiar e Silva, comprendiendo esta teoría, concluyó que mientras el lenguaje literario es independiente, “el lenguaje histórico, filosófico y científico es un lenguaje heterónomo desde el punto de vista semántico, ya que siempre presupone seres, cosas y hechos reales sobre los que transmite algún conocimiento”[2]. Siguiendo este sentido, algunos estudiosos han concluido que la literatura no transmite ningún conocimiento útil en nuestro mundo porque su accionar es propio de otro universo inventado por ella. Esto quiere decir que la connotación que circula dentro de una novela, un cuento o un poema poco puede ayudar a la denotación comunicativa de nuestras sociedades. “Todo arte es inútil” había escrito Wilde en el prólogo del Retrato de Dorian Gray. Pero habría que preguntarse si precisamente no es esa constelación de símbolos y sentidos de una obra literaria lo que hace que los lectores asuman otra forma de ver la realidad unilateral que les imponen aquellos que detentan el poder. El gran interrogante a resolver de nuestro tiempo será si pueden ser asumidas como conocimiento aquellas experiencias, pensamientos, órdenes e instituciones que se mueven maravillosamente en el escenario virtual de la literatura, dejando a un lado la absurda pretensión de desnudar al mensaje literario de toda intención comunicativa. A mi juicio, la intención comunicativa de una obra es cuantitativamente proporcional al número de lectores que ésta tenga; luego no hay un solo mensaje y cada quien está en todo su derecho de diseñar una verdad a partir de lo que está leyendo, y si esa verdad es capaz de mover al mundo ¿quiénes somos para decir que dicha sacudida no fue producto de la literatura? ¿Cómo separar la evidente conexión entre la inspiración y el sujeto que lleva a cabo su idea?
Literatura Orlando Olivero  2
Es innegable que inmersa en una obra literaria se hallan unas verdades y una visión del mundo[3]fundamentada en determinado esquema filosófico. Pienso que a través de similitudes entre la historia del relato y la realidad de quien lo lee se muestran conclusiones verosímiles sobre este mundo y el otro que pueden generar tal impacto en el lector que termina siendo plausible la posibilidad de una revolución parcial o total en lo que Wolfgang Iser llamó el sistema de sentido. En una entrevista le preguntaron a Paul Auster si creía que escribir era un arma peligrosa, a lo que él respondió: “escribir puede resultar peligroso, desde luego. Peligroso para el lector –si en la lectura hay algo con la fuerza suficiente para cambiar su visión del mundo–, pero también para el escritor”[4]. No puedo dejar de darle vueltas al hecho de que creamos que enciclopedias, teorías sobre la evolución o proposiciones religiosas hayan modificado nuestras estructuras económicas, políticas, sociales y culturales pero que estemos convencidos de que la literatura no ha intervenido también en ello, en especial si nos enfocamos en el campo cultural.
Dividir lo que tomamos como conocimiento de lo que aceptamos como imaginación es un proceso marcado por el dogma de la modernidad. La realidad bien se puede valorar racionalmente como literariamente y no por eso la versión artística queda relegada al mismo rincón de las mentiras. Por el contrario, en su propio cosmos guarda consigo muchas verdades útiles para quien esté dispuesto a abstraerlas. Hay un poema de Octavio Paz titulado Epitafio para un poeta que sirve para ilustrar esta concepción de la literatura:
Quiso cantar, cantar
para olvidar
su vida verdadera de mentiras
y recordar
su mentirosa vida de verdades.[5]
En el poema no solamente se expone un argumento a favor de las verdades en la ficción de la literatura sino que también hay una denuncia a la hipocresía del mundo en el que vivimos. Convendría reflexionar acerca de lo que nos rodea, acerca de las supuestas democracias, los supuestos modelos de justicia y la información que suministran los medios para preguntarnos ¿será que esto es así de cierto? ¿cuánta verdad hay en este enunciado? Habría que calcular hasta qué punto el conocimiento racional es una cortina de humo de ciertos intereses no tan racionales.
Así que la literatura no es una estrella distante destinada a las puras contemplaciones estéticas, sino que es un astro que quema, un poderoso sol que incendia y entibia al mundo con la sola irradiación de su influencia. Habrá aquellos lectores que se queden en la idea parnasiana del concepto y otros que se sientan motivados, perturbados e incitados a armar todo un modelo alternativo de su entorno y a tratar de montarlo. Las palabras no remolcan tras de sí el mensaje explícito de la insubordinación, eso está claro, pero sí son capaces de llevar hasta la interpretación del lector la antigua y perpetua sugerencia a las que atienden siempre los revolucionarios más astutos. Con mucha razón los últimos tres versos de un poema de Juan Gelman acaban así:
                        “con este poema no tomarás el poder” dice
                        “con estos versos no harás la Revolución” dice
                        se sienta a la mesa y escribe.[6]
[1] MIGNOLO, Walter. Entre el Canon y el Corpus: alternativas para los estudios literarios en y sobre América Latina. Nuevo Texto Crítico Vol. VII Nos. 14 – 15, julio 1994 a junio 1995.
[2] DE AGUIAR E SILVA, Vítor. Teoría de la literatura: El concepto de literatura, la teoría de literatura. Madrid: Editorial Gredos; 1979. p.16.
[3] Entiéndase como “una” visión del mundo genérica, pues es el trabajo individual del lector el que va a construirla, trabajo que puede variar depende a la ideología de quien lo ejecute. Así en un texto pueden encontrarse muchas verdades pero sólo una visión del mundo que no siempre será la misma.
[4] AUSTER, Paul. La vida interior de Martin Frost: Cómo se hizo «La vida interior de Martin Frost». Barcelona: Editorial Anagrama; 2007. p. 23.
[5] PAZ, Octavio. Libertad bajo palabra. Madrid: Catedra Letras Hispánicas; 2009. p. 116.
[6] GELMAN, Juan. Antología de poesía latinoamericana contemporánea: Confianzas. Bogotá: Grupo Editorial Norma; 2010. p. 130.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El color de la enfermedad

Nuestra sociedad está enferma. Enferma de creer que la homosexualidad es un malestar para la especie humana. ¿A cuántos no les hemos escuchado ese trillado argumento de que ser marica es pecado o que va en contra de la naturaleza? ¿Cuántas personas, creyéndose portadoras de la verdad, no van diciendo por ahí que la única finalidad del ser humano es la procreación entre un hombre y una mujer?
Qué vaina, vivimos en una sociedad enferma, escasa de lucidez y de amor por la diversidad. Ya no se puede correr hacia la izquierda cuando todos avanzan para la derecha, ya dejamos de creer en la pluralidad de convicciones y nos volvimos productos en serie de una misma ideología. Escondimos la variedad del mundo para cambiarla por un puñado de creencias uniformes. Somos una sociedad que, aunque pasó de la televisión a blanco y negro a la señal de color, sigue asumiendo una filosofía de dos colores. O eres o no eres.
Ahora estamos convencidos de que toda la vida humana tiene el compromiso de ser heterosexual. Ponemos el grito en el cielo cada vez que una pareja del mismo sexo quiere casarse o adoptar a un niño. Tan ciegos nos volvemos por nuestra idea hegemónica de la vida que se nos olvida que habitamos un país democrático donde nadie está obligado a vivir la visión del mundo que tengan las personas a su alrededor, incluso si esa visión del mundo la posee una gran mayoría de la población.
Ahí es cuando pienso en la doble moral de muchos colombianos. Una doble moral que nos lleva a exigir libertades de prensa, derechos humanos y paz nacional al mismo tiempo que le pide al Gobierno rechazar leyes que reconozcan los derechos civiles de la comunidad LGTBI. Y es que esta hipocresía va más allá de sus límites cuando hay gente que protesta más porque una pareja gay adoptó a un niño que por la enorme pobreza y desnutrición infantil.
Esta sociedad está enferma, y tal vez loca. Si dos mujeres le piden un niño al Bienestar Familiar elaboramos un escándalo público mientras observamos en silencio el aumento de las tasas de deserción estudiantil y los homicidios perpetrados por sicarios menores de quince años.
La verdad es que poco o nada nos importa la niñez. Simplemente anhelamos que los muchachitos o muchachitas no crezcan ansiando ser homosexuales, y eso es un planteamiento tan cínico como degenerado, fundado en el prejuicio de que la homosexualidad es una enfermedad aterradora. Aquí la única enfermedad es la intolerancia ante lo diferente, y mientras no encontremos en el carnaval sexual un motivo para enriquecernos como civilización, me temo que seguiremos siendo una sociedad ilimitadamente mórbida.