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viernes, 26 de diciembre de 2014

Mensaje de navidad

Digamos que todos nosotros fuimos concebidos bajo el peso intransferible de una profecía. El tiempo nos guardó una fecha, una hora y un nombre con los que podríamos andar por el mundo, desperdigando toda nuestra infinita miseria en las ciudades de nadie y sus barrios sin gloria.

Digamos que nos parieron en un pesebre de cemento y ventanas, con carreteras de asfalto y moteles de mala muerte, donde la Estrella de Belén era una lámpara encendida en el corazón del cielorraso. También a nuestros padres les tocó hacer un viaje, huyendo de la violencia de otros reyes y presidentes.

También nosotros tuvimos tres Reyes Magos, que no vinieron a nuestro encuentro sino que salimos a buscarlos. No eran Melchor, Gaspar y Baltasar, eran tres platos de comida a la hora del desayuno, el almuerzo y la cena.

Quizás a nuestro nacimiento no acudieron pastores de rebaños ni campesinos que cuidaban una pesebrera. A lo mejor el único testigo (a excepción de los médicos y tu madre) era un paciente que agonizaba de esperar en un pasillo solitario frente a la sala de partos. Y, sin embargo, ahí estábamos, rompiendo el silencio visceral del mundo con un grito de recién nacidos y un llanto que nos duraría toda la vida.

¿Dónde estamos ahora esos niños de la profecía? ¿Dónde estás tú que fuiste tu propio mesías y que viniste al mundo para intentar cambiarlo? No me digas que ya no crees en tus propios milagros ni en el sacramento de las madres al bautizar las sopas. No me digas que ahora vendes el voto, vas a las corridas de toros o discriminas a los homosexuales. Tú eras el chico que iba a cambiar este país repleto de cenizas, tú ibas a entrar a los templos y a los centros comerciales a tumbar las mesas de los profanadores de la vida.

¿Qué pasó entonces contigo?

¿Quién te quitó tu comparsa de arcángeles y capuchones?

Eras un fardo de presagios insólitos y los años hicieron de ti un cántaro vacío. Eras la buena nueva de esta república de escombros y terminaste siendo un muñeco de 31 de diciembre, achicharrándose en una calle cualquiera.

No obstante, algún día te acordarás para qué viniste a la Tierra. Sabrás que éste no es un lugar para alardear de la fe ni juzgar a los demás. Pondrás tu mano en la mano del prójimo y sentirás un calorcito y un olor a barro. No te quedarás callado ante las injusticias de la ciudad en donde vives.

Y al final, cuando la inminente muerte te encuentre, no habrás partido en dos los templos, pero habrás dejado una pequeña y significativa huella de amor en el planeta.


http://www.eluniversal.com.co/opinion/columna/mensaje-de-navidad-7825

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Los concejales perpetuos

Algún día llamarán a Cartagena de Indias como La Ciudad de los Concejales Perpetuos. Un día que no está muy lejos y que bien podría ser hoy si tenemos en cuenta que Antonio Quinto Guerra es concejal desde hace más de diez años o que Alfredo Díaz Ramírez y Lewis Montero Polo llevan más de dos períodos seguidos.
Algún día, que bien podría ser mañana, la ciudad amanecerá hecha de piedra, inmortalizada en la infinita estupidez de un Concejo Distrital que jamás cambia, que sigue igual, conformado por la misma gente de siempre. Ese día, el tiempo estará desprovisto de sus efectos sobre las personas y los meses pasarán en vano porque no habrá un desarrollo político al cual apelar ni una democracia que valga. Rafael Meza volverá a su curul como es costumbre y Vicente Blel Scaff continuará aprovechando los votos que le legó su padre.
¿Cómo esperamos vivir el fenómeno del progreso si ni siquiera somos capaces de renovar nuestras instituciones políticas? ¿Qué objeto tiene quejarse de la inmovilidad y del atraso de la ciudad si seguimos reeligiendo en el Concejo Distrital a los políticos de siempre? ¿De qué nos sirve que David Dáger tenga una década siendo concejal o que César Pión vuelva a ocupar un cargo público?
La verdad es que gran parte de la culpa que sobreviene a la ineptitud que hoy sufrimos es nuestra. Los que no venden el voto por treinta mil pesos lo hacen por un puesto de trabajo, las juntas de acción comunal están viciadas y los líderes de los barrios populares parecen, cada vez más, títeres de las grandes campañas electorales. Al final, terminamos eligiendo al mejor postor de nuestra vida personal y no a los mejores candidatos para la ciudad. Luego, cuando Cartagena está envuelta en un caos, nos sobra el cinismo suficiente para criticar el estado de las cosas, como si nosotros no fuésemos los principales responsables.
El Concejo es una institución que se pensó para establecer presupuestos justos y aprobar los planes de desarrollo más acordes con nuestra realidad social. No es un hotel con vacantes abiertas, no son curules destinadas a enriquecer personas el resto de sus vidas a 350.000 pesos la sesión ordinaria. El Concejo se creó para controlar políticamente los actos del alcalde y su gabinete, no para fundar un eterno grupito de politiqueros que en cada debate se van contra el alcalde sólo para persuadirlo sobre la concesión de un contrato que les conviene.
Los ciudadanos aún tenemos tiempo para cambiar esto. Ojalá maduremos como una sociedad intelectual, para que en el futuro no seamos la burla de los historiadores, ni nos recuerden como aquella gente que vivió feliz en La Ciudad de los Concejales Perpetuos.