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miércoles, 24 de junio de 2015

Pequeños detalles


Aquí están los pequeños detalles que validan que uno quiera seguir viviendo en el mundo pese al espanto de la guerra y a la proliferación de los políticos corruptos. Ama a esos pequeños detalles. Hazlos tuyos.


Ama al taxista que te recoge borracho en la madrugada y que cobrándote lo justo te deja en la puerta de tu casa. Ama al locutor de radio que el 31 de diciembre, mientras tú te abrazas con tus seres queridos, hace el conteo regresivo para acabar el año.

Ama la promoción de los miércoles en los cines cuando una linda muchacha te dice que puedes pagar dos boletas por el precio de una. Ama al inventor de las puertas de los supermercados, esas puertas que sin importar tu raza, sexo o religión se abren serviciales y automáticas a tu paso.

Ama a los fotógrafos de los matrimonios y las fiestas de grado, porque sus lentes serán tus mismos lentes cuando quieras ver el pasado.

Ama a los huecos que se abren en el asfalto porque allí verás la luna cuando llueva y la calle se convierta en un sendero de charcos. Ama con exceso tus dos manos que cargarán con relojes, guantes, hombros o pezones y seguirán siendo tus manos.

Y qué decir de tus viejos pares de zapatos que pudieron llevarte a un lugar equivocado pero te hicieron llegar a este sitio colmado de primos, vecinos y hermanos.

Ama a las meseras de los restaurantes baratos que te sonríen en tu mesa aunque les paguen una miseria de salario. Ama a las salas de espera de los hospitales y las terminales de transporte porque por ellas hemos hablado con un sinnúmero de extraños. Ama al reloj despertador en tu cuarto, ese que te salvó de varias pesadillas en el momento menos esperado.

Ama al director y al elenco de una obra de teatro porque ellos se repiten durante meses el mismo guión sólo para que tú puedas verlos un pequeño rato. Ama al que recicla y consume tu basura, a ese que vio lo que tú no viste por estar tanto tiempo malacostumbrado.

Ama a este país descalabrado y a esta ciudad con cara de cordero degollado, ámalos con toda tu fuerza porque no tendrás otra patria, por más que busques y por menos nacionalista que seas.

Pero sobre todo ama –y esto nunca dejes de hacerlo– a los que todavía creen en los milagros, a esas señoras que acostumbran a rezar el rosario, al conductor que nunca olvida su estampita de la Virgen del Carmen, a las brujas que ofrecen sus servicios en las Páginas Amarillas o en la sección de los Clasificados, al niño que sigue creyendo en el monstruo detrás de su armario.

Ámalos con verdadero amor: mira que son ellos los que nos otorgan el título de El País Encantado.

http://www.eluniversal.com.co/opinion/columna/pequenos-detalles-8815

miércoles, 10 de junio de 2015

Los nuevos narcisos



El célebre sociólogo francés, Pierre Bourdieu, mencionó alguna vez en sus conferencias sobre la televisión que el mundo llegó a una época en donde los artistas, políticos e investigadores ya no desean salir en la televisión para difundir sus ideologías o descubrimientos científicos, sino para contemplarse a sí mismos en una actitud presuntuosa y banal. Para Bourdieu la pantalla del televisor se convirtió en la nueva fuente en la que se miran los nuevos Narcisos de los tiempos modernos. Eso mismo es lo que pienso de nuestros gobernantes en relación con las obras públicas: son unos ególatras que ven en la construcción de parques o en remodelar monumentos un espejo en el cual admirar su labor y no una oportunidad de cambio para los ciudadanos.
“Ser” dijo Berkeley “es ser visto”. Esta frase describe con precisión el narcisismo de la mayoría de los políticos en Cartagena. Es gracioso ver cómo a todos les entra un afán por figurar una vez que llegan al poder. Ninguno quiere ser absorbido por el anonimato de la institucionalidad sino que, por el contrario, buscan dejar su huella en un pedacito del patrimonio. Prueba de esto es el sinnúmero de placas con sus nombres en cada plaza, estatua y cuanto sitio de encuentro mandan a construir en la ciudad.


 Basta con recorrer algunos barrios de Cartagena para encontrarte con los nombres de Nicolás Curi, Carlos Díaz Redondo, Juan Carlos Gossaín o Dionisio Vélez grabados en mármol. No hay obra pública de sus gobiernos que no las tenga. A veces me pregunto si los turistas más ingenuos pensarán que son mártires de la Independencia de tanto ver aquellos nombres regados por toda la capital de Bolívar.      Este asunto de las placas puede parecer una estupidez, pero hago énfasis en él porque detrás hay escondido todo un aparato simbólico que nos violenta y nos encasilla en una misma historia de súbditos y monarcas.
Cartagena tiene un problema grave: la complicidad de los habitantes con el excesivo culto a la personalidad que reciben sus dirigentes. Somos una sociedad servil y desproporcionadamente agradecida que subsiste con una filosofía mesiánica en la que constantemente vamos en busca de nuestros salvadores. Dos calles pavimentadas bastan para cerrarnos la boca, o un parque bonito para comprarnos la crítica. A eso nos hemos acostumbrado: a tener la mentalidad de limosneros que se conforman con nada y cuyo máximo estándar de buen gobernante es aquel que “roba pero hace”. Por eso no hemos aspirado a gobiernos más justos y eficaces.
Y si seguimos con esta forma de pensar y estos nuevos Narcisos, déjenme decirles que estaremos siempre jodidos.



 http://www.eluniversal.com.co/opinion/columna/los-nuevos-narcisos-8740