Aquí están los pequeños detalles que validan que uno quiera seguir viviendo en el mundo pese al espanto de la guerra y a la proliferación de los políticos corruptos. Ama a esos pequeños detalles. Hazlos tuyos.
Ama al taxista que te recoge borracho en la madrugada y que cobrándote lo justo te deja en la puerta de tu casa. Ama al locutor de radio que el 31 de diciembre, mientras tú te abrazas con tus seres queridos, hace el conteo regresivo para acabar el año.
Ama la promoción de los miércoles en los cines cuando una linda muchacha te dice que puedes pagar dos boletas por el precio de una. Ama al inventor de las puertas de los supermercados, esas puertas que sin importar tu raza, sexo o religión se abren serviciales y automáticas a tu paso.
Ama a los fotógrafos de los matrimonios y las fiestas de grado, porque sus lentes serán tus mismos lentes cuando quieras ver el pasado.
Ama a los huecos que se abren en el asfalto porque allí verás la luna cuando llueva y la calle se convierta en un sendero de charcos. Ama con exceso tus dos manos que cargarán con relojes, guantes, hombros o pezones y seguirán siendo tus manos.
Y qué decir de tus viejos pares de zapatos que pudieron llevarte a un lugar equivocado pero te hicieron llegar a este sitio colmado de primos, vecinos y hermanos.
Ama a las meseras de los restaurantes baratos que te sonríen en tu mesa aunque les paguen una miseria de salario. Ama a las salas de espera de los hospitales y las terminales de transporte porque por ellas hemos hablado con un sinnúmero de extraños. Ama al reloj despertador en tu cuarto, ese que te salvó de varias pesadillas en el momento menos esperado.
Ama al director y al elenco de una obra de teatro porque ellos se repiten durante meses el mismo guión sólo para que tú puedas verlos un pequeño rato. Ama al que recicla y consume tu basura, a ese que vio lo que tú no viste por estar tanto tiempo malacostumbrado.
Ama a este país descalabrado y a esta ciudad con cara de cordero degollado, ámalos con toda tu fuerza porque no tendrás otra patria, por más que busques y por menos nacionalista que seas.
Pero sobre todo ama –y esto nunca dejes de hacerlo– a los que todavía creen en los milagros, a esas señoras que acostumbran a rezar el rosario, al conductor que nunca olvida su estampita de la Virgen del Carmen, a las brujas que ofrecen sus servicios en las Páginas Amarillas o en la sección de los Clasificados, al niño que sigue creyendo en el monstruo detrás de su armario.
Ámalos con verdadero amor: mira que son ellos los que nos otorgan el título de El País Encantado.
http://www.eluniversal.com.co/opinion/columna/pequenos-detalles-8815
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