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miércoles, 17 de mayo de 2017

Contra la doble moral

Ver a Alejandro Ordóñez y a Álvaro Uribe convocar una marcha en contra de la corrupción es como ver al diablo invitando a celebrar la eucaristía. Pura doble moral. Jamás en la historia política colombiana del siglo XXI se había visto un ejemplo tan contundente del ejercicio público de la hipocresía.
Un ex procurador, que hasta hace algún tiempo perseguía a la comunidad LGBTI y a un puñado de políticos de izquierda mientras se sucedían calladamente escándalos como los desfalcos de Reficar y los sobornos de Odebrecht, se alía con un expresidente ebrio de poder, hoy senador de un partido político que también persigue a las minorías, y juntos forman el dúo memorable que sacará al país de su nauseabunda crisis institucional. El chiste se cuenta solo, pero no sé si reírme ante tal payasada de la realidad política.
Hay que tener mucho cuidado con la doble moral: ella nos consume, nos arroja hacia un vergonzoso caldo de subdesarrollo nacional, y es en muchos aspectos peor que la corrupción porque cuando pasa inadvertida es capaz de presentar a los verdaderos corruptos como si fuesen héroes de la patria, profetas enviados por la Providencia o la intelectualidad secular.
Decía Shakespeare en Macbeth que la vida es un cuento contado por un idiota, yo creo que la vida en Colombia la están narrando los hipócritas. De ahí que nuestro discurso sobre la paz, la legalidad y la justicia sea tan volátil, pues no lo sentimos en realidad, sino que nos sirve (especialmente a los políticos) para engolosinar multitudes y engrandecer nuestro poder electoral.
Al final, el que Ordóñez, Uribe y su séquito de partidarios del Centro Democrático instiguen a marchar contra la corrupción es otra muestra más de que lo que mueve a los políticos colombianos no es la conciencia ni la ética, sino la venganza, el oportunismo y la sinvergüenzura: tres elementos que integran todos nuestros dolores de patria y hacen de la doble moral el himno que nos fulmina.
Esta es una marcha vengativa porque, en el fondo, los ultraderechistas que la promueven todavía no le perdonan a Santos el haber iniciado un acuerdo de paz con las FARC, de modo que la movilización servirá como saboteo. Es también una marcha del oportunismo porque en ella se da la ocasión perfecta para hacer una campaña política por debajo de la mesa. Y es una marcha de la sinvergüenzura porque a la hora de la verdad, cuando de escándalos de corrupción se trata, casi todos los caminos conducen a Uribe y, últimamente, a Ordóñez.

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