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martes, 22 de julio de 2014

Los ejércitos podridos

Presenciando sus últimos supuestos escándalos de corrupción confirmamos por enésima vez que el Ejército no es la inmaculada institución que dice ser. A algunos de estos pseudo defensores de la patria no les basta con ser los autores materiales de los falsos positivos, ni con integrar el aparato represivo donde se llevan a cabo las “chuzadas” a la oposición política y donde se planean los auto-atentados terroristas. Esta gente también debía ser corrupta dentro de su propia institución, apropiándose ilegalmente de los dineros que le gira el Gobierno a las Fuerzas militares.
Ahora ya sabemos por qué el presupuesto destinado al Ejército es tres veces mayor que el destinado a la educación: porque tienen que robar más. No era suficiente la desatinada idea de poner la guerra sobre la educación sino que además debían sacar provecho de los millonarios contratos armamentistas y de la manutención de las brigadas.
Estos militares no son los hijos de la gente pobre que se enrola con la esperanza de defender a su país, no son esos soldados rasos que se desgastan haciendo la guardia en un campamento en medio de la selva. No. Son los altos funcionarios. De esos que nunca sudaron la medalla. Hijos de las familias acomodadas de siempre con suficientes influencias políticas en el gobierno para ascenderlos a generales, tenientes coroneles y coroneles. Son supuestamente los mayores rangos del honor militar colombiano y a la vez no son nada. De ser ciertas aquellas grabaciones presentadas por la revista Semana estos funcionarios no son más que unos ladrones que avergüenzan el nombre de la Fuerza pública y manchan la triste utopía de la seguridad.
¿Qué clase de sociedad tan absurda es ésta donde los impuestos pagados por los ciudadanos de bien sustentan el silencio y el bienestar de los militares que están presos por violar los derechos humanos?
Piensen en la madre intranquila que cierta mañana revisa los cuartos y no encuentra a su hijo. Esa madre pobre, metida en un barrio marginal, que despierta asustada por el duro presagio de una mala noticia. Esa madre en bata de dormir y con los senos caídos que reporta a su hijo en la Fiscalía y que después se entera que murió en la selva como un peligroso y hasta entonces desconocido guerrillero de las Farc. Hasta la fecha, muchas familias han sido víctimas de esa tragedia tan despiadada.
Aquel ejército soñado por los colombianos, ese que queremos todos, es el que protege con amor a su gente, son aquellos vigilantes que bajo una inclemente disciplina mantienen intactas las invisibles fronteras de la patria.

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