Pero no, tú no te llamas Emmanuelle o Scarlett, ni te apellidas Santo Domingo, tú eres una Yurleidis, una Belkis o Nicolasa que jamás verá su nombre en las nuevas etiquetas de las botellas de Coca-Cola, pero que tendrá el premio de la tierra, la conexión con los tambores y el carnaval de sombras en el que habitan tus bellezas.
Tras la bambalina del espejo te espera tu negra de todos los días, ésa que no ha podido mostrarse por tanto complejo social, ésa que tiene la sonrisa más blanca y los pezones de chocolate. Siéntete orgullosa de ser la mujer que en la distancia confunden con una pantera. Tú caminarás por las calles queriendo imitar las tinieblas, serás carne y noche al mismo tiempo, lucirás un escote en donde se puedan ver cada uno de tus lunares como si fueran astros de carbón guindados en un universo de canela. No te va a importar lo que digan los que te rodean. Eres negra y qué. Te gusta la champeta y qué. Hablas golpeado y qué. Tú estarás feliz con la idea de que tu cabeza es el lugar estratégico donde anidan todos los tornados y donde se forman todas las trenzas.
Olvida ya esa estúpida estación de radio que constantemente te pregunta “¿Y ese pelo?”, saca de tu memoria la primacía del color blanco.
A lo mejor un día te despiertas y, sin darte cuenta, amaneces siendo la fantástica negra que siempre has sido.
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