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miércoles, 1 de octubre de 2014

La negra que te espera

Recuerda, negra, todas las cosas malas que te han dicho, acuérdate por última vez de esas vainas para que puedas olvidarlas hoy mismo. ¿Qué te decían? Negra hedionda, negra vulgar, negra bembona. Pasabas por un colegio y todos se quedaban viendo el afro de tus crespos, algunos hasta te gritaban que estabas explotada, que te echaras agua en ese pelo. Acuérdate que fue tu mamá la primera que te alisó el cabello hace muchos años, antes de asistir a una fiesta. Decían que así te mirabas más bonita, y con el tiempo te convenciste de aquella triste mentira. Desde entonces tuvida transcurre entre planchas capilares y tarros de queratina, ya ni siquiera te puedes lavar la cabeza todos los días. Ya no permites que alguien te haga unas trenzas con chaquiras.
Y claro, cómo no, si muchos no hicieron otra cosa que hostigarte por tu color de piel y tus facciones distintas. Eras el bicho raro de las filas en el banco, el moco en la solapa de las salas de espera. Mierda, mi negra, nadie te habló de tu color de eclipse lunar. Eras hermosa y te escondieron, eras única y te igualaron a las muchachas de los comerciales de Head & Shoulders. Por eso usas lentes de contacto o decoloras tus vellos con agua oxigenada. Te diste cuenta que así no te molestan tanto cuando entras a un restaurante o a una discoteca.
Pero no, tú no te llamas Emmanuelle o Scarlett, ni te apellidas Santo Domingo, tú eres una Yurleidis, una Belkis o Nicolasa que jamás verá su nombre en las nuevas etiquetas de las botellas de Coca-Cola, pero que tendrá el premio de la tierra, la conexión con los tambores y el carnaval de sombras en el que habitan tus bellezas.
Tras la bambalina del espejo te espera tu negra de todos los días, ésa que no ha podido mostrarse por tanto complejo social, ésa que tiene la sonrisa más blanca y los pezones de chocolate. Siéntete orgullosa de ser la mujer que en la distancia confunden con una pantera. Tú caminarás por las calles queriendo imitar las tinieblas, serás carne y noche al mismo tiempo, lucirás un escote en donde se puedan ver cada uno de tus lunares como si fueran astros de carbón guindados en un universo de canela. No te va a importar lo que digan los que te rodean. Eres negra y qué. Te gusta la champeta y qué. Hablas golpeado y qué. Tú estarás feliz con la idea de que tu cabeza es el lugar estratégico donde anidan todos los tornados y donde se forman todas las trenzas.
Olvida ya esa estúpida estación de radio que constantemente te pregunta “¿Y ese pelo?”, saca de tu memoria la primacía del color blanco.
A lo mejor un día te despiertas y, sin darte cuenta, amaneces siendo la fantástica negra que siempre has sido.

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