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miércoles, 15 de octubre de 2014

Plegarias de la audiencia

En el principio el hombre inventó el teléfono y la radio. La radio, sin embargo, estaba informe y vacía, y las imágenes aún no cubrían la superficie de nuestras dinámicas sociales. Mientras tanto, el espíritu de la infancia se movía sobre la vida cotidiana, y jugábamos a lanzar guijarros contra el dibujo de una rayuela o bailábamos trompos de guayacán en la arena de los patios. Éramos pistoleros con armas de palo y montábamos trenes donde sólo el hijo del conde se quedaba atrás. Y qué decir del zapatico cochinito para decidir quién se las queda, o del chismógrafo que solíamos escribir con las primeras novias.
Pero después vino el hombre e inventó el televisor, y la televisión quedó hecha. Fue él quien vio que los programas tenían rating y dividió la programación familiar de la programación nocturna para adultos. Desde entonces la infancia fue expulsada de la Tierra.
Ahora duramos horas consumiendo comerciales, renovando la materia gris del cráneo con ofertas de cremas dentales y jugos naturales en polvo. Ahora vivimos para gastarnos, para que se nos hagan rápidas las épocas de lluvia y las falsas estaciones ecuatoriales. Éramos gallinitas ciegas y nos convirtieron en telespectadores, teníamos orejas de pescados y nos volvieron audiencia, hablábamos como cotorras mojadas y nos cosieron la boca.
Los tiempos del agua limonada y la bolita de uñita terminaron. Esta no es la época para jugar al escondido o al congelado. Le hemos atinado a un futuro sin rasgos humanos. Hace ya rato que se nos quemó la panela tratando de encontrar en la tecnología un progreso sin deshumanizarnos. Este es el siglo en donde los niños no volverán sucios de tierra por haber jugado tanto, sino que vendrán desesperados a sus casas, pendientes del nuevo episodio de su programa favorito.

Bueno, ya que la mirada se nos pudre entre concursos de canto y telenovelas sobre narcotraficantes y que la televisión nos tiene amarrados con sus horarios perpetuos, ya que el tevecable es el presidio de los tiempos modernos donde no hay sino que agarrar el control remoto y prender la pantalla para que el alma se nos vaya escaldando poco a poco, ya que ustedes lectores no se pierden un capítulo de “La Voz Kids” o de “Un sueño llamado salsa”, repitan conmigo:

Padre Nuestro que estás en el televisor, santificados sean tus canales, venga a nosotros tu programación, hágase tu voluntad en el canal 6 como en el 31, danos hoy nuestros comerciales de cada día, perdona a los que no pagan el servicio de la luz así como también nosotros perdonamos al vecino que nos roba la señal de la parabólica, no nos dejes caer en la lectura y líbranos de toda reflexión, Amén.

http://www.eluniversal.com.co/opinion/columna/plegarias-de-la-audiencia-7443

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