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miércoles, 4 de febrero de 2015

El poder del miedo

Uno pensaría que en Colombia el mayor poder de los políticos es su capital económico o su influencia para mover las masas. Incluso se creería que la autoridad de un funcionario reside en las funciones que ejerce y en la soberanía que la democracia le otorga. Sin embargo, si algo ha mostrado la historia de este país es que el control social más eficaz de los políticos es nuestro miedo.
El miedo a ser despedidos, el miedo a no ser contratados, el miedo a que a un familiar sea removido de su cargo en la administración pública, el miedo a ser difamados y amenazados por grupos extraños o el miedo a que, un día cualquiera, nos maten. Por eso no hemos podido cambiar nada de nuestra realidad, porque oponernos a ciertas campañas electorales implica luchar contra una maquinaria que ha estado aquí por décadas.
En Cartagena esto es más común que cualquier otra cosa. En esta ciudad llegamos al punto de que es imposible decir lo que pensamos sin comprometer nuestra situación laboral o la de algún pariente cercano. Nos han fregado tanto con el miedo, que nos han cosido los labios y han comprado con puestos de trabajo nuestra conciencia de ciudadanos.
Los cargos de libre nombramiento y remoción son, hoy en día, la mafia más sutil de la política. Con ellos los candidatos condicionan nuestras opiniones, y he sabido de personas que han renunciado a sus principios sólo por entrar en el gabinete distrital. Es una lástima que en Cartagena no importe lo que creas sino el bando en el que estás. Ya no son requisitos esenciales nuestros méritos intelectuales sino el tráfico de nuestras amistades.
Nos han metido en la cabeza un apestoso formato social que nos obliga a votar por determinado candidato aunque no estemos de acuerdo con su moral o su plan de gobierno. Hemos permitido que la democracia haya dejado de ser un fin para convertirse en un medio, en una vía de acceso a la corrupción y la fama. Y todo esto porque estamos asustados, porque no tenemos el valor suficiente para decirle a esta gentuza aprovechada: ya basta.
Cartagena va a prosperar verdaderamente cuando tratemos a los políticos como servidores de la comunidad y no como reyes que la gobiernan y la intimidan. No vamos a elegir a estos personajes para que estén restringiendo nuestra autonomía, los vamos a elegir para que la defiendan. Ningún puesto de trabajo y ninguna amenaza van a despojarnos de nuestro sentido de la ética. Pienso que todavía hay tiempo para reformular esta clase política viciada y enferma. Todo es cuestión de dignidad y valentía.
Uno puede tener miedo de Dios o del amor, pero no de la política.

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