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miércoles, 22 de julio de 2015

Un concejo inútil

Cartagena da vergüenza. Más específicamente: el Concejo Distrital de Cartagena da vergüenza. Veo en los periódicos y en la televisión las noticias sobre los proyectos que proponen nuestros “honorables” concejales y no puedo evitar experimentar un sentimiento muy parecido a la pena ajena. ¿Qué otra cosa se puede sentir cuando le da la vuelta al país la propuesta de César Pión para prohibir a las personas andar sin camisa por las calles de la ciudad? ¿Puede uno estar orgulloso de sus funcionarios públicos cuando hay concejales como Antonio Salim Guerra que plantean un debate en torno a la penalización del mal llamado “baile plebe”?
La primera vez que me enteré de estos debates creí que era un chiste mediático de esos que suele publicar Actualidad Panamericana, pero luego me di cuenta de la terrible realidad en la que estamos metidos los habitantes de Cartagena y supe que aquí, en este corral de piedra, cualquier cosa es posible: hasta los malos chistes.  
Duele decirlo, pero nuestro Concejo Distrital no es más que una broma de mal gusto llevada a cabo por personas que no tienen ni idea qué significa ser un funcionario público. Se supone que los concejales velarían por los mejores planes de desarrollo para la ciudad, cuidarían el patrimonio ecológico del distrito o ejercerían un control político sobre el alcalde; no obstante, lo que hemos vivido los cartageneros es un Concejo inútil que casi nunca se renueva y que en vez de lidiar con temas serios discute tonterías como quitar la oración de buenos días antes de cada sesión.
Por lo general, esto es obra de los mismos personajes que sólo están pendientes de su egolatría política y bienestar personal.
La Incoherencia del Concejo
Me indigna que Pión o Guerra, por solo mencionar dos, se ganen casi 400.000 pesos por sesión nada más por proponer severas estupideces mientras Cartagena se hunde en el más jodido de sus infiernos tropicales. El dinero de los contribuyentes no está para que sea despilfarrado en discusiones que no profundizan en las verdaderas problemáticas sociales de la ciudad.

A estos tipos hay que recordarles que ninguno de los cartageneros pagamos nuestros impuestos para financiar su ineptitud y sus ociosidades carentes de toda imaginación política.
Miro las butacas de Vicente Blel, Lewis Montero Polo, César Pión, David Dáger, Antonio Salim Guerra, Alfredo Díaz Ramírez y muchos más y pienso que mientras esta clase política se mantenga, jamás podremos concretar el sueño de una ciudad justa y transparente. Mientras reelijamos y apoyemos a los mismos, no seremos dignos de tocar con las manos el meritorio escenario del progreso.

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