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miércoles, 5 de agosto de 2015

Las cosas plebes


Soy fanático de la champeta. No porque entre los académicos esté de moda defenderla, sino porque crecí con ella. Toda la banda sonora de mis recuerdos está ambientada con champeta y me es imposible desenterrar mi pasado en Cartagena sin tener que mencionar Los Caballeros del Zodíaco o La Suegra Voladora. Si evoco una tienda allí estaba sonando el Sayayín, si recuerdo un boli del Chavo ese recuerdo arrastra la voz de Elio Boom desde alguna estación de radio.


Admiro la champeta por ser un género de las clases populares, por el erotismo de su ritmo y porque bailarla (solo o acompañado) implica una increíble destreza.

Pero así como a mí me gusta, es posible que otros la detesten. Ambas posturas deben respetarse. Sin embargo, el Concejo Distrital de Cartagena entendió todo lo contrario y con una alerta rebuscada de salud pública (que “la champeta embaraza”) señaló despectivamente los bailes eróticos de este género musical como bailes “plebes” que deben ser prohibidos.

Esta ciudad sí tiene cosas plebes pero no son los pases de baile de la champeta. Plebe es que en cada época electoral los políticos desmigajen todo ideal democrático comprándole el voto a la gente que por décadas ha sufrido la pobreza extrema. Plebe es que en la plaza donde se declaró la independencia de la ciudad (plaza de la Aduana) todavía se mantenga una estatua de Cristóbal Colón con una india arrodillada a sus pies. Plebe es que la construcción de Transcaribe lleve más de nueve años sin concluirla debido a la negligencia de los gobiernos distritales y la corrupción de algunos empresarios y funcionarios públicos.

Plebes son los debates moralistas y oportunistas sobre descamisados y bailes “vulgares” con los que nuestros concejales legitiman la visión clasista de una élite que nunca ha tenido en cuenta la producción cultural de los sectores populares. Plebe es la incoherencia de un Concejo que hoy busca prohibir los bailes eróticos pero que el pasado abril buscaba institucionalizar el festival internacional de la champeta.

Cartagena tiene cosas tan plebes como sus políticas para recuperar el espacio público que solo son aplicadas a los vendedores informales y no a los hoteles y restaurantes de “lujo”. Vainas tan plebes como que en pleno siglo XXI, siendo ésta una capital de negros, también sea considerada una de las ciudades más racistas y excluyentes de Colombia.
Pero quizás lo más plebe sea que estos políticos, después de arruinar el progreso de la ciudad, quieran ser reelegidos. Vaya chiste.

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