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miércoles, 2 de septiembre de 2015

El hombre serio

“Un hombre serio para soluciones serias” dice el eslogan publicitario de Antonio Quinto Guerra, el candidato a la alcaldía de Cartagena que supuestamente puntea en las encuestas. Debo decir que estoy totalmente de acuerdo con aquella frase, pues, en efecto, toda solución seria tendría que derivarse de personas serias. Pero sucede que Quinto Guerra no es una de esas personas.
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el término ‘serio’ como algo o alguien “real, verdadero y sincero, sin engaño o burla, doblez o disimulo”. Me cuesta creer que son estas las palabras que se deben usar con este candidato, sobre todo si Quinto Guerra –al igual que el también candidato a la alcaldía William García y el excandidato Gustavo Martínez– empezó a publicitar su campaña política antes de lo permitido por la ley.
Un hombre serio no empapela calles y automóviles con su apodo político de forma extemporánea y se excusa ante los noticieros con el pretexto de que se trata de un “club deportivo”. La seriedad poco tiene que ver con esa falta de vergüenza y ese descaro con el que se pretende mofar de la opinión de los ciudadanos.
Nuestro “hombre serio” ha compartido más sus afiches en los postes de luz que sus propuestas en los medios, aun cuando desde el 24 de julio existe un Decreto que prohíbe terminantemente dicha publicidad en los postes.
Para mí, Quinto Guerra representa el círculo vicioso con el que muchos otros políticos han marcado la historia de la ciudad por su irresponsable y chocarrera forma de proceder en la administración pública. Dirigir a Cartagena es un tema serio, con relaciones políticas serias. Basta ver a los invitados de Quinto el día de su cumpleaños (famoso por el dinero que gastó organizándolo) para comprobar de quién está rodeado: ahí estuvieron personajes como Libardo Simancas, un exgobernador condenado por parapolítica, Luis Daniel Vargas, otro exgobernador inhabilitado por 13 años y César Pión, actual concejal de Cartagena y del cual la Revista Semana afirma que pertenece a la casa de los García Romero.
Los ciudadanos sensatos deberíamos pensar que si a este candidato no le importan normas tan sencillas como las que regulan la publicidad electoral, probablemente poco le importarán las normas más ‘serias’ cuando sea alcalde. Eso en caso de que quede electo, claro está. No vaya a ser que en Cartagena la gente por fin emerja de su eterno conformismo y ejerza el poder que constitucionalmente siempre ha tenido en sus manos: el voto a conciencia, esa noble papeleta untada de dignidad, madurez y orgullo.

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