
“Siempre a la altura de los tiempos” es el lema que la Universidad de Cartagena ha venido promoviendo desde hace muchos años como si fuera una frase mántrica que de tanto repetirse pudiera volverse realidad. Una frase que acostumbran a decir en la emisora institucional y en los discursos de grado, y que siempre está escrita en cada aviso publicitario de la administración como si la rectoría quisiera hacer un ejercicio intensivo de programación neurolingüística.
Pero la verdad es que ya eso no basta para los estudiantes y profesores. Hoy nadie se traga el cuento de que nuestra universidad pública está a la vanguardia de los tiempos, de la gobernabilidad y los nuevos descubrimientos.
La nuestra es una institución educativa anacrónica cuyo auténtico rostro está marcado por el estigma de las burocracias ridículas y los escándalos de corrupción.
Tenemos una universidad que lastimosamente es famosa por ser la única del país que mientras aumenta sus cargos administrativos disminuye su número de docentes: la prueba de esto está en sus 7 vicerrectorías (ninguna otra universidad tiene tantas) al tiempo que en la Facultad de Derecho se quedan sin profesor de Derecho Internacional.
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El techo desplomando de uno de los salones de Medicina en la sede de Zaragocilla de la Universidad de Cartagena. |
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En la página web de la universidad aparecen las 7 vicerrectorías que han sido objeto de críticas por parte de los estudiantes. |
¿Qué podría esperarse ante esto? ¿Que los estudiantes no reclamáramos lo que es nuestro? ¿Que guardáramos aquel silencio muy parecido a la estupidez? ¿Que siguiéramos dando nuestras clases sin inmutarnos de la irresponsabilidad con la que se ha tratado nuestro derecho a una educación digna?
Pues no. Ninguno de nosotros piensa coserse los labios, porque no anhelamos ser como aquellos personajes sin conciencia que por no exigir lo que merecen quedan reducidos a la nada.
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