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domingo, 17 de julio de 2016

Carta a Viviane Morales

Senadora Viviane Morales sé que usted está contenta. Contenta porque se recogieron más de dos millones de firmas para promover el referendo que evite el derecho de los niños en Colombia a ser adoptados por homosexuales. Pero déjeme decirle que desde el instante en que usted pisó la Registraduría Nacional del Estado Civil, este país tendrá que lidiar con el repugnante fantasma de la discriminación y con los irresponsables políticos que lo nutren.
Parece que las minorías no encuentran sosiego en esta nación de líderes tercos y ortodoxos, los mismos que en su tiempo predicaban contra los derechos de los negros y se oponían al voto de la mujer.
Los funcionarios como usted se aprovechan del miedo a la diversidad que sienten las mayorías. Hacen de la ignorancia generalizada su propia carrera electoral. Es curioso que diga ante las cámaras que de estas firmas no ha sacado ninguna recompensa económica, política o propagandística, porque lo que yo veo en el fondo de todo esto son votantes.
Viviane, usted está convencida de que la “Colombia creyente” tiene el poder para imponer sus prejuicios a quien no los tenga. En un Estado Social de Derecho, esa falacia es inconcebible y preocupa que una senadora de la república no sepa que los procesos democráticos consisten en incluir a todas y cada una de las minorías.
También preocupa que del Partido Liberal surja alguien con una campaña como la de “Firme Por Papá y Mamá”: nada que ver con el Partido Liberal de ideas seculares por el cual abalearon las casas de mis abuelos hace más de medio siglo en un pueblito del Magdalena.
Es triste que en un país que busca la paz existan funcionarios que promuevan un discurso de guerra, homofóbico. Un discurso cuya arcaica noción de “familia” no entiende que el amor no es un privilegio exclusivo de la heterosexualidad ni la “familia” un monopolio de la limitada relación entre un papá y una mamá.
Algún día personas como usted que propagan desigualdades y hacen lo posible para que los homosexuales no puedan casarse ni adoptar, serán vistas a través del imborrable lente de la vergüenza. La memoria histórica no perdona. El tiempo que pasa siempre castiga la falta de humanidad. Por eso estoy seguro que las generaciones de los años venideros sabrán incluirla en aquel lamentable grupo en el cual están los racistas y los xenófobos.
Al final, el vago recuerdo de su trayectoria política ostentará la misma ridiculez que hoy le atribuimos al apartheid sudafricano o al antisemitismo nazi, y usted, Viviane, no será más que un borrón en la historia de la evolución cultural colombiana.

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