“Marica el último” es una
frase muy común que muchos colombianos suelen usar para dar inicio a cualquier
carrera. Es una frase que lleva consigo un trato despectivo que se les endosa a
los perdedores para disminuir su condición humana. Quien inventó esta expresión
llegó a la conclusión de que ser derrotado y quedar en el último lugar son
circunstancias equivalentes a ser un homosexual.
Desde cierta perspectiva,
yo también podría aceptar esa analogía. Después de todo vivimos en Colombia, el
país del falso Sagrado Corazón, la patria goda donde los maricas son siempre
los últimos.
Los últimos en casarse, los últimos en adoptar, los últimos en
acceder a un baño público idóneo con su orientación sexual, los últimos en ser
reconocidos como seres humanos normales, dueños de una libertad erótica como
cualquier otra persona y aptos para formar una familia próspera e integral. En
el interior de estas fronteras eclesiásticas los maricas esperan, en el turno
final, a que les llegue el Estado Social de Derecho que el gobierno les ha
prometido a todos los demás.
Cuando alguien, en medio
de una competencia, grita “¡Marica el último!”, lo que está haciendo es trazar
una línea de la vergüenza que solamente cruza aquel que no obtiene una victoria
y que, por tanto, es objeto de un infinito número de oprobios.
En el mismo
momento en que una lesbiana, un gay, transexual e intersexual salen del clóset,
parte de esta sociedad conservadora ya quiere ahorcarlos con sus camándulas. Son
fanáticos que dan miedo porque sus rosarios tienen más prejuicios que ‘ave
marías’ y sus oraciones más insultos que ‘padres nuestros’.
Esa es la razón por la
que existen muchos homosexuales que viven tras una fachada heterosexual. Mantienen
su orientación sexual en secreto porque en este país de homófobos e
intolerantes los maricas son los últimos en el reconocimiento de sus derechos.
Algunos se suicidan, otros se deprimen y envejecen en la más profunda soledad,
revestidos por la fría colcha del miedo y la autocensura. Piensan, ¿para qué
voy a destaparme si luego me van a considerar un aberrado, un violador violado
o un pedófilo en potencia? Mejor me callo y dejo que esta verdad oculta se me
pudra en el alma.
Para hacer parte de la
comunidad LGTBI en Colombia hay que tener el cuerpo blindado, los huevos y los
ovarios bien puestos.
La lucha de esta minoría es toda una epopeya inconclusa
todavía. Muchos los apoyamos, a sabiendas de que cuando los homosexuales quedan
de últimos no son sólo ellos los derrotados: es la humanidad entera que asiste
sin pudor a su propia derrota moral.
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