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martes, 22 de julio de 2014

Lo nuestro es lo feo

Nuestro gran defecto es que estamos constantemente pendientes del juicio que hacen otras sociedades de nuestras tradiciones: el qué dirán si ven que en este barrio histórico hay una calle invadida por relojeros, si hay dos tuchineros en la Torre del Reloj y no un Juan Valdez, si algún extranjero se monta en el Transcaribe y tiene que pasar por un Bazurto lleno de vendedores insomnes.
No podemos actuar sin el visto bueno de quienes se creen más desarrollados. El sombrero vueltiao o la cumbia han sobrevivido por eso, porque los que vienen de afuera nos dijeron “sí, está bien, nos gustan”.

Esa es la razón de que seamos tan débiles en la defensa de nuestra identidad y la base conceptual perfecta para que a la menor oportunidad la gente que gobierna esta ciudad pueda al fin montar su mala reproducción de Europa en nuestras calles.

¿Por qué aceptar las mesas en la Plaza Santo Domingo y no los relojeros (que ya desalojaron) en la antigua plazoleta de Telecom? Respuesta: Por nuestro modelo de belleza importado que nos jode, que nos convierte en sombras.

El motivo oficial por el cual se va a reubicar el Mercado de Bazurto es el impacto ambiental que ha ido generando en la zona. Ahora, en Cartagena hay otros establecimientos con las mismas características: allí tenemos el Centro de Convenciones de las Américas, la serie de edificios construidos frente a la Laguna Del Cabrero o el reciente Mall Plaza que surge violentamente del centro de Chambacú y a orillas de Puerto Duro.

Todos arrasaron con una gran porción de nuestros manglares para llevar a cabo su empresa. ¿Por qué, entonces, sólo se fijan en Bazurto y no en estos sitios si tienen en común el mismo problema? Sencillo: porque Bazurto es feo y las otras son “bellas” construcciones; porque en el mercado están los sucios, los pobres, los que se supone que nunca tendrán cultura ciudadana y en los otros edificios vivirán los ricos, los que jamás han soltado el control gubernamental de sus mandíbulas.

Pienso que quienes están en el poder creen que casi toda la producción cultural de la gente pobre en Cartagena es una porquería. Ya los imagino hablando de cultura: esas parejas bailando champeta contra un muro, ese grupo de personas comiéndose las letras con su acento escandaloso, ese tipo que cuenta chistes vulgares en las plazas: no, ningún fenómeno de esos puede ser considerado valioso. Mucho menos un mercado donde la ropa no es Nike ni Chevignon, donde venden sancochos de menudencias, donde las escamas de pescado brillan como monedas de cincuenta pesos y pueblan el suelo como una triste procesión de uñas podridas.

Para ellos el Mercado de Bazurto nunca debió existir, y lo más parecido a su no existencia es reubicarlo, lejos, en un punto invisible. Yo ya me cansé de ver cómo se pierden los lugares de mi infancia sin que alguien los recuperara. Me cansé de no encontrar en el presente los recuerdos de mis abuelos, de que todo lo ideado por los que no tienen nada sea sólo una llaga para los que quieren quedarse con todo.

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