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martes, 22 de julio de 2014

Ojalá que pierda Colombia

Todavía no había nacido cuando Colombia empató con Alemania en los últimos minutos con un gol de Freddy Rincón. Mi abuela me cuenta que minutos antes, mientras Alemania ganaba, todos en la casa trataban de no seguir viendo el partido para no vivir la frustración que suele darles a quienes relacionan íntimamente a la patria con noventa minutos de fútbol.
Pero cuando Colombia metió el gol al minuto 92 un estallido reventó la afonía del barrio y la ciudad entera entró en una especie de efervescencia, como si hubiera caído sobre Cartagena una pastilla gigante de Alka-Seltzer.
Entonces todos recuerdan cuando uno de mis tíos salió en pelotas del baño gritando de emoción y corriendo hacia el televisor con el jabón chorreándole del cuerpo. Eran otros tiempos, los máximos actos de violencia aquella mañana de junio habían sido dos o tres vulgaridades hacia el cielo que duraron lo que duró el partido con Camerún en los octavos de final.
Once años después, durante la final de la Copa América, Iván Ramiro Córdoba marcaba de cabeza el gol que nos daría el título frente a México. Todos hicimos una caravana ese día, tocábamos los pitos de los carros y gritábamos “día cívico, día cívico” sabiendo que el lunes despertaríamos sin ganas de trabajar o de ir al colegio.
Recuerdo que algunos se quitaban el suéter de la Selección para usarlo como bandera y que las emisoras pusieron el repertorio musical de las fiestas de noviembre en pleno mes de julio.
Estábamos hechizados por el encanto de la victoria, embrujados por aquel deporte lleno de cambios de frente, tiros libres y tarjetas amarillas. Veíamos en los partidos ganados una salida y un consuelo de nuestra derrota socioeconómica. Sin embargo, en aquella euforia no hubo tanta violencia como ahora.
Es triste saber que una sociedad que acaba de votar por la paz no pueda sobrellevar con calma un simple mundial de fútbol. Las victorias contra Grecia y Costa de Marfil comprobaron que muchos de nosotros perdimos la capacidad de celebrar sin vandalismo. Y así como en la vida hay malos perdedores también hay que decir que, hasta ahora, muchos hinchas colombianos han sido pésimos ganadores.
Los noticieros muestran a personas saqueando tiendas, disparando al aire, ensuciando con espuma y maicena a los policías. Se han reportado varios homicidios. Esto tiene que terminar. Una Selección tan buena no merece la hinchada inmadura y agresiva que tiene.
Me encanta el fútbol, pero si vamos a seguir matándonos cada vez que Colombia gana un partido prefiero que nos eliminen del mundial, y rápido, ya que no me imagino cómo quedará este país si por algún milagro ganásemos la Copa.

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