1. Debes pensarlo bien antes de votar. Las urnas no son buzones ni correos. Son los ataúdes blancos en donde entra el muerto de nuestra opinión sin importancia. La decisión que tomes, por intelectual que sea, será otro cadáver exquisito que se desploma en nombre de la soberanía popular.
2. Ten en cuenta que la democracia es una idea sobredimensionada en Colombia. Es una mentira bien llevada, un modelo que nunca ha existido porque desde hace décadas la libertad de elegir vale lo que cuesta un ventilador o un cargo público. Y son más los que venden el voto que los que votan a conciencia. Luego aquí es elegido quien tiene el dinero y las influencias para financiar su campaña, no quien posee la inteligencia para gobernar.
3. Busca en los noticieros y en los periódicos el pasado de cada uno de los candidatos. Advierte de dónde vienen los recursos para su campaña, pregúntate en quién invierte “la Gata”, por qué a este otro no le dieron el aval en tal partido, qué empresarios están detrás de…
4. Repite una y otra vez la grabación de los debates y observa qué personajes muestran su ineptitud, su imprudencia, su futura corrupción en estas calles. Concluye primero que, en la mayoría de los casos, el nivel de propaganda política, la cantidad de postes y casas empapeladas, es equivalente al nivel de mediocridad y de putrefacción social del candidato que la fomenta. Después elige con cuidado aunque ya no valga la pena.
5. Espera la jornada electoral. Repasa el sueño que tendrás aquella mañana. Traza los parques infantiles de tu memoria, revive esa otra urna de recuerdos donde siempre queda electa la infancia. De esa manera te será útil la idea de que el número de votantes es proporcional al vacío de la cabeza.
6. Anda a tu puesto de votación y haz la fila de tu mesa en completo silencio. Desecha la esperanza de que el voto en blanco vaya a ganar. Cuando te toque, toma la papeleta y huye con ella sin haber agarrado el bolígrafo.
7. Entonces dirígete corriendo hacia el baño y desvístete con rapidez y sin arrepentimientos. En esa desnudez, en aquel disparate de prendas arrojadas al suelo, ve y siéntate en el inodoro, puja, termina tu tarea y usa el tarjetón que llevas en la mano. Sólo así te darás cuenta de la triste realidad en la que estamos, y que nuestra pobre y machacada excreción es la única instancia del poder político que nos otorga el Estado.
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